Es un día caluroso de esa Primavera que se antoja Verano, tan común en Taipei. Caluroso en la ciudad de Taipei significa húmedo, agobiante. En la calle Dihua, del distrito de Dadaocheng, se mezclan los olores de los numerosos puestos de comida, con los aromas de las tiendas de ingredientes de medicina tradicional china, uno de los negocios más comunes en el área.
Además de por este tipo de negocios, la calle Dihua también ha albergado tradicionalmente una gran cantidad de comercios de tela y sastrerías. En la actualidad, estos comercios se encuentran concentrados en el edificio del mercado de las telas, conocido como Yongle Market (永樂市場), un edificio de tres plantas dedicado exclusivamente a este tipo de tiendas.
Traspasar el umbral de la entrada del edificio es realizar una incursión en el Taipei de los años 80 y 90. Un pequeño paseo por el hall y las escaleras del edificio nos hacen imaginar sin mucho esfuerzo cómo era un centro comercial en Taipei, 25 años atrás. Las escaleras automáticas dejaron de funcionar hace años, una señal clara de la decrepitud del lugar, y en algunas plantas, sólo sirven como almacén donde algunos comerciantes amontonan cajas.
Únicamente la segunda y la tercera planta son accesibles y siguen albergando comercios. El segundo piso es el propio mercado de las telas, donde un número incontable de pequeños comerciantes se reparten por los laberínticos pasillos de la planta. Hay comercios especializados en diferentes tipos de telas, en botones, hilos, cremalleras y otros accesorios. Numerosos comercios ofrecen telas específicas para la confección de Qipao, el vestido tradicional chino.
La tercera planta alberga a las sastrerías. Decenas de sastres trabajan en sus pequeños puestos, ocupados tomando medidas a los clientes, trabajando en las máquinas de coser o rematando los últimos detalles de piezas prácticamente acabadas. Parece que hay un mayor número de mujeres dedicadas a este trabajo artesanal, en comparación con el número de hombres, aunque éstos tampoco son escasos. Algunos artesanos de especializan en trajes tradicionales, otros en arreglos, otros en complementos. De la misma manera que en la planta de las telas, explorar la tercera planta puede resultar en que nos encontremos perdidos en uno de los numerosos pasillos y no sepamos como volver a la salida.
Es común que los clientes lleven fotografías de vestidos o trajes vistos en algún catálogo y revista. Una primera visita al sastre servirá para tomar las medidas, y saber el tipo de tela y la cantidad a comprar en la planta inferior. Tras realizar las compras correspondientes, solo es cuestión de llevarle los materiales al sastre que se encargará de preparar la pieza en cuestión de días. Pese a que se podría pensar que dicho trabajo artesano podría resultar prohibitivo, en muchos los precios no superan los de las grandes superficies.
Pese al perfecto ecosistema creado, parece que el mercado de las telas no goza de la misma popularidad que tuvo en sus mejores días, y algunos rincones del mercado aparecen algo descuidados, y como muchos otros lugares en la ciudad, portales a un pasado no tan lejano,y ya claramente urbano e iluminado por luces fluorescentes y neones. Los pasillos del mercado podrían haber sido el escenario perfecto de cualquier escena de Rebeldes de un dios neón, la película de los noventa de Tsai Ming-Liang.
Sin lugar a dudas, el mercado de las telas es el sitio perfecto para aquellos que quieren aprovechar para confeccionarse un traje o una camisa a medida, o un Qipao para alguna ocasión especial.