La última entrada de las tres dedicadas al viaje a Sun Moon Lake he decidido centrarla en la tribu aborigen de los Thao, que vive en los alrededores del lago.
Supimos de la tribu Thao a nuestra llegada a Ita Thao, el pueblo que se encuentra en el margen sur de Sun Moon Lake. Este pueblo ha sido el principal asentamiento de la tribu durante muchos años.
Si bien se pueden encontrar referencias a la tribu por toda la villa, como carteles de madera, estampados típicos, etc. estas referencias no dejan de ser un reclamo postizo para llamar la atención de los turistas taiwaneses, y del incipiente turista chino, que empieza a visitar el lago. Las tribus aborígenes empiezan a ser un creciente reclamo para el turismo interno taiwanés. Es común encontrar edificios y restaurantes tematizados en casi todos los pueblos o ciudades taiwaneses que albergan o albergaron una tribu.
Actualmente, los pocos miembros que quedan de la tribu viven principalmente en una especie de reserva provisional, adentrándose ligeramente en el bosque del sur de la villa, a pocos minutos a pie. Dicha reserva, es una pequeña comunidad que vive en un conjunto de casas de madera (parecidas a bungalows) y con una distribución parecida a un poblado (con pista de basket incluida). La reserva, por así llamarla, está abierta y puede ser visitada. No obstante, no hay que olvidar que se trata de un lugar de residencia, así que si se quiere visitar, hay que tratar de respetar al máximo a los residentes, ya que no se trata de un museo o un parque de atracciones. Aunque es prácticamente imposible no interferir en el transcurso diario de la comunidad si se es extranjero, puesto que llamaremos la atención inmediatamente. Afortunadamente, los Thao son gente muy amable y acogedora, y no tardarán en intentar establecer una conversación con el visitante.
Los orígenes del asentamiento de la tribu en Ita Thao son narrados en una leyenda local. Dicha leyenda narra que unos cazadores de la tribu perseguían un ciervo blanco que los guío hasta allí. Cuenta la leyenda que el ciervo se adentró en las aguas del lago y los cazadores no pudieron darle caza. Sin embargo, al descubrir el paraje, los jefes Thao decidieron desplazar la tribu y establecerse alrededor del lago, un lugar lleno de recursos naturales.
El lago, que originalmente no tenía el nivel ni las dimensiones actuales, fue anegado debido a las obras hidráulicas que fueron realizadas por el gobierno japonés durante la ocupación. Estas obras anegaron un terreno que era sagrado para la tribu, del que únicamente queda su punto más alto, la isla de Lalu, que se encuentra en medio del lago. Este islote, que se convirtió durante un tiempo en el escenario de las sesiones fotográficas de boda de infinidad de parejas taiwanesas, fue declarado espacio protegido por el gobierno, y devuelto simbólicamente a la tribu. En la actualidad, únicamente los miembros de la tribu pueden pisar lo que queda del terreno sagrado. Sin embargo, se habilitó una plataforma que rodea el islote para poder observarlo desde cerca. Se puede acceder a dicha plataforma en uno de los muchos barcos que hacen la ruta por el lago.
Una vez al año los Thao realizan una celebración donde se reúnen durante la noche y bailan y cantan a sus ancestros. Tuvimos la fortuna de poder estar presentes en la ceremonia de este año. Los Thao, ataviados con vestidos tradicionales, cantaban en un círculo, cerca de un altar dedicado a sus antepasados, mientras unos cuantos curiosos los observábamos desde la distancia. Tuvimos la suerte de coincidir con un profesor taiwanés que nos explicó el estado de la tribu y el significado de la celebración. Antiguamente, esta celebración servía a los Thao para hacer llegar a sus ancestros el deseo de un buen y fructífero año para la tribu, así como para que ésta creciera en miembros y se pudiera perpetuar la tradición y cultura Thao. En la actualidad, de las tribus oficialmente reconocidas, es la que cuenta con menos miembros vivos, unos 500, de los cuales únicamente unos 80 son hijos de padre y madre Thao. Aquella noche, les oímos cantar canciones tristes, pidiendo prácticamente de una manera desesperada, la conservación de su tierra, su cultura y sangre en un país cada vez más homogéneo. Aquella noche, oyéndoles cantar de aquella manera, me invadió una profunda tristeza.