Existe en Taipei un hombre que crea letras. O más bien caracteres chinos. Este señor se llama Chang Chieh-Kuan (張介冠), y lleva décadas creando letras, y haciendo de esta labor, no sólo un oficio, si no también un arte.
Hasta hace relativamente poco, los libros en chino se imprimían utilizando unas planchas, sobre las cuales se colocaban unas piezas de cobre con los diferentes caracteres, formando el texto que se quería imprimir (o estampar, más bien). El maestro Chang y su familia creaban dichas piezas con los caracteres elevando este oficio a la categoría de arte, por la calidad de sus creaciones, el cuidado al menor detalle, y por el sello personal reflejado en cada uno de los caracteres plasmados que durante años se vería impreso en las páginas de miles libros, diarios y tarjetas.
No obstante, con el tiempo, el arte ha ido dejando paso a la técnica (la técnica de las impresoras de los computadores). O más bien, la técnica se ha ido abriendo paso y, como con otros muchos oficios, ha hecho prácticamente prescindible la labor de artesanos como el maestro Chang, hasta el punto que su taller es el último de estas características en todo Taiwan.
Así que movido por la curiosidad de conocer a este caballero, un lluvioso sábado por la mañana fui a visitar su taller, Rixing Typography, escondido en un callejón en los alrededores de Taipei Main Station, para ver si el señor Chang sería tan amable de pasar unos minutos conmigo y responder algunas preguntas que tenía preparadas para él.
Pese a estar bien escondido, el taller dista mucho de ser un lugar inaccesible, más bien todo lo contrario, tiene las puertas abiertas de par en par, e invita a entrar a todo aquél que quiera. Entrar en el taller del maestro Chang es como volver unas décadas al pasado. Hileras de estanterías ocupan todo el ancho y largo de la planta baja. Las estanterías almacenan incontables columnas de piezas de cobre con infinidad de caracteres, principalmente del chino tradicional (aunque también japoneses, y alfabeto occidental), de varios tamaños y grosores. Hay varios ventiladores repartidos por los pasillos, y un viejo aparato de aire acondicionado, (marca Tatung, como no) de lejos insuficiente para refrescar toda la estancia.
El señor Chang acaba de atender a una pareja de curiosos antes de poder sentarse conmigo, pero me dedica toda su atención una vez que acaba con ellos. Los nervios de ser mi primera entrevista en años (e íntegramente en chino) se disipan a los pocos momentos, porque hablar con él es el claro ejemplo de hablar con un artesano, una persona que sabe que trabajar una pieza toma su tiempo, y que el camino más rápido no es necesariamente el mejor (¡que contraste con mi trabajo diario!). Y ya en materia, el señor Chang me empieza a explicar su historia.
La familia del señor Chang abrió el taller a finales de la década de los 60, y él aprendió el oficio y heredó el negocio. Oficio que lleva haciendo desde entonces. Sus compañeros de profesión han ido bajando la persiana en el transcurso de los años. A finales de los 80, principios de los 90, el señor Chang empezó a notar un considerable bajón en el volumen de los encargos, hasta la actualidad, en la que prácticamente nadie utiliza el antiguo método de impresión, a no ser que se deba a motivos estéticos o ediciones reducidas. Parece que una de las tareas que mejor ha aguantado el paso de los años es la impresión de tarjetas de presentación (una herramienta imprescindible en Taiwan). La casualidad hizo que un chico interrumpiese nuestra charla para recoger su encargo de tarjetas.
Durante nuestra conversación, me doy cuenta que, pese las características de su oficio, el señor Chang no es la típica persona que se queda anclada en el pasado lamentándose y esperando unos días mejores que nunca vendrán. Más bien todo lo contrario. El maestro Chang organiza y convoca talleres a través de Internet. Además participa en ferias y convocatorias con artesanos en Japón y China. También está trabajando en digitalizar todos los caracteres que ha realizado y crear una nueva nueva fuente (Rixing typography) para ordenador.
Le comento que documentándome para hacerle la entrevista, leí que entre sus planes se encuentra montar un museo (en esta ocasión, mi pobre nivel de chino me juega una mala pasada), a lo que me corrige al instante. – «No, un museo no, un taller interactivo. Los museos son para ir y mirar» – me dice. Él tiene en mente crear un espacio interactivo, donde los visitantes puedan tocar, aprender y crear.
Uno pensaría que ante la tarea de crear semejante Arca de Noé cultural, el señor Chang cuenta con el respaldo de instituciones públicas. Sin embargo, me aclara, todo sale de su propio bolsillo. Su taller no recibe ningún tipo de subvención, ni ningún tipo de respaldo oficial, así que el proyecto de taller, tomará su tiempo. De momento, en el subterráneo del taller ha habilitado un espacio donde va organizando talleres y cursos.
En el subterráneo, también se ha habilitado un pequeño espacio para su otra afición, la fotografía; en un pequeño cuarto oscuro revela las fotografías que toma con su cámara analógica. «Tengo una como la tuya» – me confiesa, la cámara Yashica que traigo conmigo, además de la réflex. Utilizando el símil fotográfico, para el señor Chang la impresión tradicional es a las técnicas actuales lo que la fotografía analógica a la fotografía digital: puede ser más costosa, pero el resultado en analógico tiene una calidez y una personalidad, fruto de esas pequeñas imperfecciones, que el digital no brinda.
Cuando paseamos por el taller, el señor Chang me cuenta que su interior alberga 120.000 caracteres diferentes, en un total de 10 millones de piezas. La gran mayoría de los visitantes, compran algún carácter que se llevan como recuerdo. Es un souvenir original y barato. No queda duda que nos encontramos en Taiwan, cuando el maestro Chang me explica que 愛 (ài, que significa «Amor») es el carácter más vendido entre todos sus visitantes. Muy taiwanés.
El taller del señor Chang es uno de los rincones más especiales en los que he estado Taipei, y en él está plasmada parte de la historia reciente de este país, y de su milenaria cultura. Pese a ser un rincón que no aparece prácticamente en ninguna guía, si se visita Taipei, este taller debería ser una visita obligatoria.
Cuando me despido de él, y cruzo el umbral de la puerta, viajo 30 años adelante. Fuera sigue diluviando. Alejándome por el callejón donde se encuentra el taller, pienso que es una pena que un lugar como éste no cuente con ningún respaldo de un gobierno que parece estar más pendiente de revalorizar el precio de las viviendas en algunas zonas, que en conservar tesoros culturales como éste, y que si se pierden, será para siempre.
Dirección:
Ri Xing Typography (日星鑄字行)
13, Ln 97, Taiyuan Rd, Taipei City (台北市太原路97巷13號)
(MRT Taipei Main Station)
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